Dicen las malas lenguas que la experiencia es la mejor arma arrojadiza en caso de ataque. Es el recuerdo de aplicar la teoría a la práctica, las cicatrices que quedan tras estrellarse cincuenta veces contra la misma pared, las sonrisas que pintamos cuando creemos que todo está bien. Todos tenemos secretos más o menos comprometidos con el mundo real, más o menos miedos y contamos las mismas mentiras. Solemos sonreír y hablar como si no hubiera nada que corrompiera nuestras ideas. Evitamos llorar ante aquellos que lo desean y día tras día lo están intentando. Y, además, pretendemos esquivar a aquellos que intentan manejar los hilos de nuestro corazón, cuando son los menos indicados para crear buenos sentimientos.
Por más que una persona se estrelle, volverá a recaer en el mismo error una y otra vez. Pero llega una mañana en que se mira al espejo, con el maquillaje emborronado del día anterior, pálida y pone fin al sufrimiento, antepone su vida a cualquier imbécil que intente hacerle daño. Después, sale de casa, se divierte con sus amigos, conoce a otras personas, sonríe y piensa... ¡Hoy es el primer día del resto de mi vida!
Bienvenido a mi habitación. En este lugar encontrarás, de una forma más o menos ordenada, ideas y sueños encriptados en unas cuantas líneas. Os invito a que comentéis y critiquéis los textos para poder mejorar un poquito más cada día. Pero no olvidéis de que no son todo reproches, que de todo se debe disfrutar así que espero que con al menos una de las historias pueda seros de apoyo o mero entretenimiento. Podéis seguirme en Twitter o Facebook: @Sharati92 Lucía Ramos
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