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domingo, 6 de noviembre de 2011

Ahora el mundo es nuestro



Cayó la tarde. Tras un empacho de pollo asado, ensalada y patatas, tomo un café para que la siesta no me estropee la cita. Después recojo un poco la habitación, que más bien parece una leonera con tanto libro, calcetín y entradas de discotecas de la noche anterior.
Suena el teléfono. Es un mensaje: " media hora y serás libre :)". 
-¿Libre?- Pienso.- Libre estaría durmiendo, cual perezoso o marmota en su guarida, sumida entre pensamientos y sueños... Con mantas, muchas mantas que es lo más importante.
Hoy toca vestir en playeros para aliviar el dolor de pies, unos pitillos y una camiseta blanca holgada. Luego el abrigo afortunado será el primero que pille. -Cómo fuese así para todo...-Risas.
Acelerones de moto.- Lucía ¿oyes eso? A saber a qué loco se le ocurre meter este ruido a la hora de la siesta- refunfuña mi madre mientras está tumbada en la cama, cual marmota o perezoso... Y me está matando de envidia.
-Sí mamá... ¿A qué clase de colgado se le podrá ocurrir?- Contesté dando media vuelta y sonriendo maliciosamente. - Me voy, he quedado con mis amigas para dar una vuelta. No volveré tarde. Hasta luego mamá un beso.
-Adiós y ¡nada de chicos!. Déjalos descansar hoy que es Domingo...- Suspira mi madre.

Ascensor... 3,2,1. Se abre una puerta y después otra.
- Uh... Media hora, ni un minuto tarde. ¿Lucy tienes fiebre?- Suelta ese colgado mientras acelera a fondo.
-Soy chica de palabra. Media hora es media hora. Salvo que con el maquillaje parezca una bruja o mi madre me espíe y sospeche que en vez de estar con mis amigas... Estoy con un macarra como tú.- Me indigno.
-A ver si este "macarra" te deja en tierra, princesa. Anda sube, que tengo una sorpresa que darte.-Guiña un ojo y se vuelve a poner el casco.

Después de diez minutos entre curvas, semáforos, pitidos y acelerones...
-Llegamos.- Sonríe.
-Osea, que me has sacado de mi cama llena de mantas para subirme al Naranco que hace más frío todavía que a pie de calle.- Puse los ojos en blanco.

- En efecto, pero esa no es la sorpresa. Mira, ¿ves todos esos edificios, las luces, el monstruoso "Calatrava" y el horizonte?. Desde aquí arriba tan sólo se ven como puntos y muchos como manchas difusas si hoy no te has acordado de poner las lentillas.- Se ríe.- Pero en todos esos puntos y manchas iluminadas viven personas. Miles de personas. Con su vida, su trabajo, sus estudios, sus amores y también con sus problemas. Aquí podemos alejarnos de todo y ver los problemas desde arriba, más pequeños, difusos... Y llegaremos ambos a la conclusión de que la mayoría son una pérdida de tiempo.
Escuché ese discurso filosófico con atención, mientras miraba cada una de las indicaciones que él me hacía. Todo se veía distinto. Eramos él y yo, lo demás... Todos los terceros que fuesen dañinos se habían convertido en puntos diminutos, manchas difusas y ya no sólo por mi miopía. Todo era perfecto. La sorpresa, él y sus mágicas palabras. Incluso el frío. 
-Gracias.- Le abracé como siempre lo había hecho, hasta cortarle la respiración por un momento.

-Te quiero pequeña. Y ya sabes... Ahora el mundo es nuestro.

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