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sábado, 8 de octubre de 2011

Me sentía pequeña en un mundo de titanes

Este es mi camino y nadie me apartará de él. Sé que será peligroso, sombrío y solitario. Negro como la boca de un lobo, frío como las lágrimas desgarradoras que surgen tras una ruptura y complicado porque dejas de creer en ti mismo.
Una multitud de preguntas se abalanza sobre tus pensamientos provocando dudas y decepciones. A veces, llegas a separarte de la senda, deshaces tus propios pasos y huyes sin tener control de tu propio cuerpo. Te sientes débil y caes en el olvido. Todo son recuerdos, tristes momentos que te hacen desfallecer, creerte la vil criatura de la que hablan indeseados e ignorantes y minan tus fuerzas para levantarte y seguir adelante.
Pero, no todo está perdido ni se convierte en el abismo irremediable de tu pesimismo. No. Las situaciones en las que más solo te sientes, te crees la peor persona de la faz de la Tierra y no ves luz frente a la negrura de las cosas... Ella aparece. Una voz femenina que es capaz de ponerte los pies en la Tierra, señalar el horizonte y decir: adelante, el mundo es tuyo.
Esa figura especial es mi madre. Una persona que disipa las dudas, levanta el ánimo y me asienta la cabeza. Mis pisadas suenan más fuertes porque ella está a mi lado. Sólo me queda decir gracias porque hace casi diecinueve años que me has dado vida y ahora, me mantienes firme cuando ya no me quedan fuerzas para luchar y abrirme camino.
Me sentía pequeña en un mundo de titanes. Ahora soy una enana que pisa tan fuerte como un gigante.

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